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1 Corintios 10: El peligro del exceso de confianza

Hermanos: No quiero que os olvidéis de que todos nuestros padres en la fe estuvieron bajo la nube, y todos pasaron por en medio del mar, y todos fueron bautizados en relación con Moisés en la nube y en el mar, y todos comieron la misma comida que el Espíritu de Dios les daba, y todos bebieron la misma bebida que les llegaba por la acción del Espíritu; porque bebían de la Roca que los acompañaba por obra del Espíritu, la cual Roca era Cristo. Con todo eso, Dios no estaba contento con la mayoría de ellos; así que se quedaron muertos tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron para que tomemos ejemplo, para que no seamos personas que anhelan el mal y las cosas prohibidas como hicieron ellos. Ni tampoco debéis ser idólatras como algunos de ellos, como está escrito: «Se sentaron a comer y a beber, y se levantaron a pasárselo bien.» Ni tampoco practiquéis la llamada libertad sexual, como hicieron algunos de ellos, lo que trajo como consecuencia el que murieran veintitrés mil en el mismo día. Ni tentemos la paciencia del Señor más allá de todo límite, como hicieron algunos, y consiguientemente fueron destruidos por las serpientes. Ni tampoco os quejéis, como hicieron otros, y los destruyó el destructor. Todo eso les sucedió como señal de lo que puede suceder. Fueron castigados para advertirnos a los que nos encontramos al final de los tiempos. Así que, el que se crea muy seguro, que tenga cuidado de no caer. No habéis tenido que pasar ninguna prueba fuera de lo ordinario. Podéis confiar en Dios, Que no dejará que seáis tentados más allá de lo que podáis soportar, sino que enviará juntamente con la prueba la posibilidad de salir de ella, para que la podáis resistir.

En este capítulo, Pablo sigue tratando de la cuestión de la carne que se había ofrecido a los ídolos. Como trasfondo de este pasaje está el exceso de confianza de algunos cristianos corintios, cuyo punto de vista era: «Ya nos hemos bautizado y, por tanto, estamos unidos con Cristo; hemos participado de la Comunión, que es el cuerpo y la sangre de Cristo; estamos en El y El en nosotros; por tanto, estamos a salvo: podemos comer carne ofrecida a los ídolos sin que nos haga ningún daño.» Pablo advierte del peligro del exceso de confianza.

Cuando Oliver Cromwell estaba planificando la educación de su hijo Richard, dijo: « Me gustaría que aprendiera algo de Historia.» Y es a la Historia a la que Pablo apela para mostrar lo que le puede suceder a los que han sido bendecidos con los mayores privilegios. Vuelve a los días en que los israelitas peregrinaban por el desierto; entonces les sucedieron las cosas más maravillosas. Tenían la nube que les mostraba el camino y los protegía de los peligros (Éxodo 13:21; 14:19). Fueron conducidos por en medio del Mar Rojo (Éxodo 14:19-31). Ambas experiencias les habían dado una unión perfecta con Moisés, el más grande conductor de pueblos y legislador, hasta que se llegó a decir que fueron bautizados para estar unidos con él como los cristianos somos bautizados para estar unidos con Cristo. Habían comido el maná en el desierto (Éxodo 16:11-15). En el versículo 5, Pablo habla de cuando bebieron de la Roca que los seguía. Esto está tomado, no del Antiguo Testamento, sino de la tradición rabínica.

Números 20:1-11 nos cuenta que Dios le permitió a Moisés sacar agua de una roca para que bebiera el pueblo sediento; la tradición rabínica sostenía que esa roca había seguido al pueblo desde entonces para darles agua. Esa leyenda la conocían todos los judíos.

Todos estos privilegios tuvieron los israelitas, pero a pesar de todo fallaron trágicamente. Cuando no tuvieron valor para lanzarse a conquistar la Tierra de Promisión, y todos los exploradores menos Josué y Caleb presentaron un informe pesimista, el juicio de Dios dictaminó que toda aquella generación muriera en el desierto (Números 14:30-32). Cuando Moisés estaba recibiendo la Ley en el Monte Sinaí, el pueblo convenció a Aarón para que hiciera un becerro de oro para adorarlo (Éxodo 32:6).

Fueron culpables de prácticas sexuales ilegales hasta en el desierto, con los madianitas y los moabitas, en consecuencia de lo cual murieron a millares en el juicio de Dios (Números 25:1-9). (Hay que notar, de pasada, que Números 25:1-9 dice que murieron veinticuatro mil; Pablo dice que veintitrés mil. Está claro que Pablo estaba citando de memoria. Rara vez citaba la Escritura verbatim. Nadie lo hacía entonces. No había tal cosa como concordancias para encontrar los pasajes fácilmente; la Escritura no eran libros, que no se habían inventado todavía, sino rollos difíciles de manejar). Los atacaron las serpientes venenosas cuando murmuraron por el camino (Números 21: 4-6). Cuando Coré, Datán y Abiram lideraron una revuelta descontenta, cayó el juicio sobre ellos y murieron muchos (Números 16).

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