Cuando un hombre era elegido anciano no se le confería un honor pequeño, porque entraba en el ministerio religioso más antiguo del mundo, cuya historia se puede trazar por toda la del Cristianismo y judaísmo durante cuatro mil años; y asumía una responsabilidad nada pequeña, porque se le ordenaba pastor del rebaño de Dios y defensor de la fe.
Los peligros y privilegios de los ancianos
Pedro expone en una serie de contrastes los peligros y los privilegios que conllevaba el cargo de anciano; y todo lo que dice es aplicable, no sólo a la ancianidad, sino también a todos los servicios cristianos dentro y fuera de la iglesia.
El anciano ha de aceptar su cargo, no por obligación, sino voluntariamente. Esto no quiere decir que uno tenga que echar mano del cargo o entrar en él sin autoexamen. Cualquier cristiano tendrá un cierto reparo en aceptar un alto cargo, porque conoce demasiado bien su indignidad e incapacidad. En cierto sentido será por obligación por lo que uno acepte un cargo y entre en el servicio cristiano. « Me es impuesta necesidad –dice Pablo=; y ¡hay de mí si no anunciara el Evangelio! (1 Corintios 9:16). « El amor de Cristo nos constriñe» -decía (2 Corintios 5:14). Pero, por otra parte, se puede aceptar un cargo y cumplir un servicio como si fuera un deber sombrío X desagradable. Puede que uno se someta al cargo de una manera tan desangelada que se estropea toda la acción. Pedro no dice que se debe estar ansioso de cargos orgullosa o irresponsablemente; sino que todo cristiano debe estar dispuesto a prestar el servicio que pueda, aunque plenamente consciente de lo indigno que es para hacerlo.
El anciano ha de aceptar el cargo, no para sacar un provecho vergonzoso, sino con entusiasmo. La palabra para sacar un provecho vergonzoso es el adverbio aisjrokerdés. El nombre correspondiente es aisjrokerdeía, que era una cualidad que a los griegos les repelía. Teofrasto, el gran delineador griego del carácter, hace una caricatura de la aisjrokerdeía. La mezquindad -como podríamos traducirlo- es el deseo de ganancia inmoral. El mezquino es el que nunca sirve suficiente comida a sus invitados y que se sirve a sí mismo una ración doble cuando está trinchando la pechuga. Agua el vino; va al teatro sólo cuando le invitan. Nunca tiene bastante dinero para pagar el billete y tiene que pedírselo prestado a los compañeros de viaje. Cuando vende grano usa una medida con el culo hundido hacia arriba, y aun entonces mantiene cuidadosamente el nivel por arriba.
Cuenta los medios rábanos que quedan después de la comida no sea que los siervos se coman alguno. Antes que hacer un regalo, no irá a una boda.
La mezquindad es un defecto feo. Está tan claro como el agua que había personas en la iglesia original que acusaban a los predicadores y a los misioneros de mantenerse en el puesto por lo que pudieran sacarle. Pablo declara repetidas veces que no ha codiciado la riqueza de nadie y que ha trabajado con sus manos para subvenir a sus propias necesidades para no serle carga a nadie (Hechos 20:33; 1 Tesalonicenses 2: 9; 1 Corintios 9:12; 2 Corintios 12:14). Es seguro que el sueldo que cualquier obrero recibía entonces era lastimosamente pequeño, y las repetidas advertencias acerca de que los obreros no deben ser codiciosos de torpes ganancias descubre que había algunos que querían más (1 Timoteo 3:3, 8; Tito 1:7, 11). Lo que Pedro está tratando de decir -y es siempre válido- es que nadie debe atreverse a aceptar un cargo o prestar un servicio por lo que pueda sacar. Su deseo debe ser siempre dar en vez de recibir.
El anciano ha de aceptar el cargo, no para ser un tiranuelo, sino para ser el pastor y el ejemplo del rebaño. La naturaleza humana es tal que para muchas personas el prestigio y el poder son aún más atractivos que el dinero. Hay algunos a los que les encanta ejercer autoridad, aunque sea en una esfera limitada. El Satanás de Milton prefería reinar en el infierno a servir en el Cielo. Shakespeare hablaba del hombre orgulloso, revestido de una mezquina y breve autoridad, recurriendo a trucos tan fantásticos ante el Cielo que harían llorar a los mismos ángeles. La gran característica del pastor es su cuidado desinteresado y amor sacrificial hacia las ovejas. El que acepta un cargo por deseo de preeminencia no se ha enterado de la misa la media. Jesús les dijo a sus discípulos: « Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos, porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por todos» (Marcos 10:42-45).