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Marcos 14: Empieza el último acto

Jesús sabe lo que es tener amigos y discípulos que flaquean en la hora de la necesidad. Sin embargo, lo sufrió pacientemente, y los amó a pesar de todo. Nunca se cansa de perdonar. Hagamos lo mismo; que ese sea nuestro empeño.

De todas maneras, Jesús nunca nos faltará. Está escrito que « compasiones no faltan.» Lam. 3.22

Marcos 14:53-65

Salomón nos dice en el libro del Eclesiastés, que había visto un gran mal bajo el sol, «el necio colocado en altas dignidades, y el rico sentado en lugar bajo.» Ecles. 10.6.

No podemos imaginar una aplicación más completa de estas palabras que los hechos que nos relata el pasaje que tenemos a la vista. Vemos al Hijo de Dios, «en quien están encerrados todos los tesoros de sabiduría y ciencia,» acusado como malhechor, «ante los príncipes de los sacerdotes, los ancianos, y los escribas.»Vemos a los hombres principales de la nación judía coligándose para matar a su Mesías, y juzgando al que un día vendrá en gloria a juzgarlos a ellos y al género humano entero. Todo esto nos parece maravilloso, pero es verdadero.

Observemos en estos versículos cuan desalentadoramente los cristianos van a veces al encuentro de las tentaciones. Se nos dice que cuando se llevaron preso a nuestro Señor, «Pedro lo siguió de lejos y aun hasta el palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados, y se calentó al fuego. ¡Que imprudente fue esa conducta! Habiendo ya huido y abandonado a su Maestro, debió recordar su debilidad, y no exponerse de nuevo al peligro. Fue un acto arrebatado y presuntuoso, pues puso su fe a nuevas pruebas, para las cuales no estaba preparado. Se mezcló con malas compañías, de las cuales no era posible que recabara bien, sino daño. Abrió el camino a su trasgresión u ltima y más grande, negar tres veces repetidas a su Maestro.

Pero la experiencia nos suministra un principio que nunca debe olvidarse, y es que cuando un creyente empieza a tropezar y pierde su fe primera, rara vez se detiene en su primer mal paso. Raro es que dé tan solo un tropezón y que cometa solo una falta. Tal parece que su inteligencia se ciega; que se desprende del sentido común y de la discreción, y que como un peñasco que rueda montaña abajo, cuanto más va pecando, más rápida y mas decidida es su carrera. Como David, podrá empezar por la pereza, y acabar por todos los crímenes posibles. Como Pedro, podía empezar por la cobardía, seguir después exponiéndose neciamente a las tentaciones y al fin acabar por negar a Cristo.

Si tenemos alguna idea de lo que es la verdadera religión que salva, guardémonos de comenzar con tergiversaciones; es como dejar salida al agua, que primero es una gota y después un torrente. Una vez desviados de la senda de la santidad, no se puede decir hasta donde llegaremos. Así que comenzamos a incurrir en inconsecuencias por ligeras que sean, el día menos pensado nos encontraremos cometiendo toda clase de maldades. Mantengámonos siempre lejos del borde del abismo del mal. No juguemos con candela; no nos imaginemos nunca que somos demasiado exigentes, estrictos y exactos en nuestra conducta. De las peticiones en la oración dominical ninguna es más importante que la u ltima «No nos dejes caer en tentación..

Observemos, en segundo lugar, en estos versículos, cuanto tuvo que sufrir nuestro Señor Jesucristo por los mentirosos, cuando fue entregado ante los príncipes de los sacerdotes. Se nos dice que «dieron falsos testimonios contra El, pero sus testimonios no concertaban..

Fácilmente podemos concebir que este período de la pasión de nuestro bendito Salvador no fue el menos terrible. Ser prendido injustamente como un malhechor, y juzgado como un criminal, siendo inocente, es una aflicción severa; pero oír a los calumniadores inventar falsas acusaciones contra nosotros y calumnias, oír la virulencia maligna de lenguas escandalosas desatarse para ultrajar y manchar nuestra reputación, y tener la conciencia que todo es falso, es cargar, en verdad, con una cruz muy pesada. Salomón dice que « las palabras de un enredador son como heridas.» Prov. 18.8. «Libra mi alma,» dice David, «de labios mentirosos y de una lengua engañosa.» Psa_120:2. Y esto era tan solo una parte del cáliz que Jesús bebió por amor a nosotros. ¡Grande fue, en verdad, el precio con que nuestras almas fueron redimidas! Que los verdaderos cristianos no se sorprendan si en este mundo se ven murmurados y sus actos mal interpretados. No deben esperar ser mejor tratados que su Señor. Esperen, al contrario, ese tratamiento como cosa muy natural, y vean en él algo de esa cruz que todos tienen que echarse a cuestas así que se convierten. Las mentiras y las falsas acusaciones son las armas más favoritas de Satanás. Cuando no puede alejar a los hombres del servicio de Cristo, se esfuerza en mortificarlos y en hacer desagradable ese servicio. Sufrámoslo pacientemente y no lo tengamos por extraño. Tengamos siempre en la memoria estas palabras del Señor Jesús: «¡Ay de vosotros, si todos los hombres hablan en bien de vosotros!» Luk_6:26. «Bienaventurados seréis, cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren falsamente toda suerte de mal contra vosotros.» Mat_5:11.

Observemos, u ltimamente, en estos versículos, que testimonio tan claro dio nuestro Señor de su carácter Mesiánico, y de su segunda venida en gloria. El sumo sacerdote le dirige esta solemne cuestión, « ¿Eres tu él Cristo, el Hijo del Bendito?» y recibe al momento esta respuesta tan enfática, « Lo soy; y veréis al Hijo de Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y que viene en las nubes del cielo..

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