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Romanos 7: Liberados de la ley; unidos a Cristo

No podéis por menos que saber, hermanos porque hablo con personas que saben lo que es una ley- , que la Ley tiene autoridad sobre el hombre sólo mientras está vivo. Así, una mujer casada sigue ligada por ley a su marido mientras éste vive; pero, una vez muerto, ella queda totalmente desligada de la ley que la sujetaba a su marido. En consecuencia, será una adúltera si tiene relación sexual con otro hombre mientras su marido vive; pero si ha muerto, ella queda libre de la ley, y ya no será adúltera si se casa con otro hombre. Exactamente igual, hermanos, vosotros habéis muerto a la Ley mediante el cuerpo de Cristo (porque habéis compartido Su muerte en el bautismo) para uniros a Otro (quiero decir el Que ha resucitado de los muertos) para llevar fruto para Dios. [private]En los días de nuestra naturaleza humana desvalida, las pasiones de nuestros pecados, que la Ley ponía en movimiento, obraban en nuestros miembros para dar fruto para la muerte. Pero ahora estamos totalmente desvinculados de la Ley, porque hemos muerto a todo lo que nos tenía cautivos, para servir, no bajo la vieja ley escrita, sino en la vida nueva del Espíritu.

Este es un pasaje sumamente complicado y difícil de entender. C. H. Dodd llegó a decir que aquí tenemos que olvidarnos de lo que Pablo dice, y procurar descubrir lo que quiso decir.

El pensamiento clave del pasaje se encuentra en la máxima legal de que la muerte cancela todos los contratos. Pablo empieza con una ilustración de esta verdad, y quiere usarla como símbolo de lo que le sucede al cristiano. Mientras está vivo su marido, una mujer no puede pertenecer a otro hombre sin cometer adulterio. Pero cuando muere su marido, el contrato matrimonial queda, por así decirlo, cancelado, y ella es libre para casarse con quien quiera.

Siguiendo esa alegoría Pablo habría podido decir que nosotros estábamos casados con el pecado; que el pecado ha muerto en la Cruz de Cristo, y que, por tanto, ahora somos libres para pertenecer a Dios. Parece que era eso lo que quería decir; pero la Ley se introdujo en la escena. Pablo podría haber dicho sencillamente que estábamos casados con la Ley; que la Ley ha dejado de existir por la Obra de Cristo, y que ahora somos libres para pertenecer a Dios. Pero, de pronto, algo cambia, y somos nosotros los que hemos muerto para la Ley.

¿Cómo puede ser eso? Por el bautismo, participamos de la muerte de Cristo. Eso quiere decir que, habiendo muerto, quedamos descargados de todas las obligaciones que teníamos con la Ley y somos libres para casarnos de nuevo, y esta vez nos casamos con Cristo. Cuando eso sucede, la obediencia cristiana ya no es algo impuesto externamente por un código escrito de leyes, sino una lealtad interior del espíritu a Jesucristo.

Pablo traza el contraste entre dos estados del hombre -sin Cristo y con Él. Antes de conocer a Cristo tratábamos de vivir obedeciendo un código escrito de leyes. Eso era cuando estábamos en la carne. La carne no quiere decir simplemente el cuerpo, porque el ser humano tiene cuerpo mientras vive. Hay algo en el hombre que presta atención a la seducción del pecado, que le ofrece al pecado un medio de acceso, y esa es la parte de nuestra personalidad que Pablo llama la carne.

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