La cosecha del juicio
Y vi, fijaos, una nube blanca en la cual estaba sentado uno que parecía un hijo de hombre. Tenía en la cabeza una corona de vencedor de oro, y una hoz afilada en la mano. Y otro ángel salió del Templo diciéndole a voces al que estaba sentado en la nube: -¡Mete la hoz y ponte a segar, que ha llegado la hora de la siega y la mies de la tierra ya está madura! Y el que estaba sentado en la nube metió la hoz en la tierra, y la tierra fue segada. Y otro ángel llegó del templo que hay en el Cielo, y este también tenía un hoz afilada, y llegó del altar otro ángel, el que controla el fuego, y llamó a gritos al que tenía la hoz afilada diciéndole:
-¡Mete la hoz afilada y vendimia los racimos de la vid de la tierra, porque ya están maduras las uvas!
Así es que el ángel metió la hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y se pisó el lagar fuera de la ciudad, y salía sangre del lagar hasta la altura de las bridas de los caballos en un radio de mil seiscientos estadios.
La visión final de este capítulo es de juicio, descrito de una forma que era muy familiar para el pensamiento judío. Empieza con la figura victoriosa de uno semejante a hijo de hombre. Esto procede de Daniel 7:13s: «Y vi en las visiones nocturnas, y he aquí que con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre; y se llegó hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse a Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran.»
Esta figura pasa a representar el juicio en dos metáforas familiares en la Escritura.
Lo describe en términos de cosecha. Cuando Joel quería decir que estaba cercano el juicio decía: « ¡Meted la hoz, que la mies está ya madura» (Joel 3:13). «Cuando el grano está maduro -dijo Jesús-, en seguida se mete la hoz, porque ha llegado la siega» (Marcos 4:29). Y en la parábola del Trigo y la Cizaña usa la cosecha como una alegoría del juicio (Mateo 13:24-30; 37-43).
Describe el juicio en términos de lagar, que constaba de dos espacios, uno más elevado que el otro, unidos por un canal. Los espacios se podían hacer vaciando la roca o de ladrillo. Las uvas se ponían en el espacio superior, se pisaban y el zumo fluía por el canalillo al compartimiento de más abajo. En el Antiguo Testamento se compara el juicio de Dios con la pisada de las uvas. «El Señor pisoteó a todos mis hombres fuertes en medio de mí… El Señor pisoteó, como en un lagar, a la virgen hija de Judá» (Lamentaciones 1:15). «He pisado Yo solo el lagar; de los pueblos nadie había conmigo; los aplasté con ira, los pisoteé con furor; su sangre salpicó mis vestidos y manché todas mis ropas» (Isaías 63:3).
Así es que aquí se nos describe el juicio con las dos ilustraciones familiares de la cosecha y del lagar. A esto se añade otra figura familiar: la vendimia se ha de pisar fuera de la ciudad, es decir, de Jerusalén. Tanto en el Antiguo Testamento como en la literatura intertestamentaria había una línea de pensamiento que mantenía que los gentiles serían llevados a Jerusalén y juzgados allí. Joel traza el cuadro de todas las naciones reunidas en el valle de Josafat y juzgadas allí (Joel 3:2,12). Zacarías pinta la escena del último ataque de los gentiles a Jerusalén y de su juicio en ella (Zacarías 14:1-4).
Hay dos cosas difíciles en este pasaje. La primera, está el hecho de que uno semejante a un hijo de hombre siega, y también siega un ángel. Podemos considerar que el que es semejante al hijo de hombre es el Señor resucitado y victorioso segando la cosecha de Su propio pueblo, mientras que el ángel de la hoz afilada siega la cosecha de los que están destinados al juicio.
La segunda, se dice que la sangre llegaba a la altura de las bridas de los caballos y se extendía en un radio de 1,600 estadios, unos 288 kilómetros. No se ha descubierto una explicación realmente satisfactoria de esto. La menos insatisfactoria es que 1,600 estadios es casi exactamente la longitud de Palestina de Norte a Sur; y esto querría decir que la marea del juicio inundaría todo el país. En ese caso la cifra describiría simbólicamente la amplitud del juicio de Dios.