Es fácil sentir asco ante el espíritu de venganza que podía escribir cosas así; pero debemos recordar por lo que pasaron aquellos hombres: la agonía de las llamas, la arena del circo con sus fieras, las torturas sádicas que tuvieron que sufrir. Solo tenemos derecho a criticarlo si hemos pasado por la misma agonía.
(iii) Los mártires deben descansar en paz un poco más de tiempo hasta que se complete su número. Los judíos tenían la convicción de que el drama de la Historia se tenía que representar hasta su final antes de que llegara el fin. Dios no intervendría hasta que la medida señalada se hubiera alcanzado (2 Esdras 4:36). Se tenía que completar el número de los justos que habían de ser ofrecidos (Henoc 47:4). El Mesías no vendría hasta que hubieran nacido todas las almas que hubieren de nacer. El eco de la misma idea resuena en el Oficio de Sepultura del Libro de Oraciones de la Iglesia Anglicana -párrafo que no figura en el lugar correspondiente de la liturgia de la I.E.R.E.-: «Te suplicamos que sea Tu voluntad en Tu generosa bondad que se cumpla en breve el número de Tus elegidos y se apresure la venida de Tu Reino.» Es una idea curiosa, pero conlleva la de que toda la Historia está en las manos de Dios, y de que en ella y a través de toda ella Dios está cumpliendo Su propósito hacia un fin indudable.
La sacudida del universo
Y vi cuando abrió el sexto sello que hubo un terremoto tremendo, y el Sol se puso negro como si se cubriera de cilicio, y la Luna se puso toda como sangre; y las estrellas de los cielos cayeron sobre la Tierra como cuando una higuera deja caer los higos cuando la sacude el vendaval; y los cielos se replegaron como cuando se enrolla un volumen, y las colinas y las islas fueron removidas de sus lugares. Juan usa imágenes que eran muy familiares en la literatura apocalíptica. Los judíos creían que el fin del mundo la Tierra sería sacudida y habría catástrofes y cataclismos cósmicos. En esta descripción hay, como si dijéramos, cinco elementos que aparecen repetidamente en el Antiguo Testamento y en la literatura intertestamentaria.
(i) Hay un terremoto. A la venida del Señor, la Tierra temblará (Amós 8:8). Habrá una gran sacudida en la tierra de Israel (Ezequiel 38:19). La Tierra temblará delante de Él y los cielos se estremecerán (Joel 2:10). Dios hará temblar los cielos y la Tierra, el mar y la tierra seca (Hageo 2:6). La tierra temblará y se sacudirá hasta sus cimientos; las colinas serán sacudidas y caerán (Asunción de Moisés 10:4). La tierra se abrirá y arrojará fuego (2 Esdras 5:8). El que sobreviva a la guerra morirá en el terremoto; y el que salga del terremoto morirá en el fuego, y el que escape del fuego perecerá de hambre (2 Baruc 70:8). Los profetas y videntes judíos previeron un tiempo en que la Tierra sería sacudida y la marea destructiva barrería el mundo viejo para que naciera el nuevo.
(ii) Hay oscurecimiento del Sol y de la Luna. El Sol se pondrá al mediodía, y la Tierra se oscurecerá en el día claro (Amós 8:9). No brillarán las estrellas; el Sol se oscurecerá al nacer, y la Luna no dará su resplandor (lsaías 13:10). Dios vestirá de oscuridad los cielos y los cubrirá de cilicio (Isaías 50:3). Dios hará oscurecer las estrellas de los cielos, y cubrirá el Sol de nublado (Ezequiel 32:7). El Sol se volverá tinieblas, y la Luna, sangre (Joel 2:31). Los cuernos del Sol se quebrarán, y se volverá tinieblas; la Luna no dará su luz, y se convertirá en sangre; y el círculo de las estrellas se trastocará (Asunción de Moisés 10:4s). El Sol se oscurecerá, y la Luna dejará de dar luz (Mateo 24:29; Marcos 13:24; Lucas 23:45).
(iii) Hay una lluvia de estrellas. Para los judíos, esta era una idea especialmente terrible, porque el orden de los cielos era la garantía de la fidelidad inalterable de Dios. Si quitamos la fiabilidad de los cielos, no queda más que el caos. El ángel le dice a Henoc que contemple los cielos y vea que los cuerpos celestes nunca alteran sus órbitas ni transgreden el orden establecido (Henoc 2:1). Henoc vio las cámaras del Sol y de la Luna, cuando salen y cuando se ponen, que nunca abandonan sus órbitas ni les añaden ni les restan nada (Henoc 41:5). Para los judíos era el colmo del caos un universo en el que se caían las estrellas. Pero al fin de los tiempos el ejército del Cielo se disolvería y caería como las hojas de la vid y los higos de la higuera (Isaías 34:4). Las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas (Mateo 24:29). El firmamento caerá sobre el mar, y una catarata de fuego reducirá los cielos y las estrellas a una masa fundida (Oráculos sibilinos 3:83). Las estrellas transgredirán su orden y alterarán sus órbitas (Henoc 80:5s). La salida de las estrellas cambiará (2 Esdras 5:4). El fin del mundo será un tiempo cuando las cosas más estables del universo se convertirán en un caos desorganizado y aterrador.