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Apocalipsis 6: El caballo blanco de la conquista

Y vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí decir a uno de los cuatro seres vivientes con una voz tan potente que parecía el rugido del trueno: «¡Adelante!» Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba llevaba arco, y se le dio una corona de vencedor, y salió conquistando en toda la línea. Cuando cada uno de los siete sellos se cortaba y abría, un nuevo terror caía sobre la Tierra. El primer terror se simboliza bajo la forma de un caballo blanco con su jinete. ¿Qué o a quién representan? Se han sugerido dos explicaciones, una de las cuales no puede ser acertada.

(i) Se ha sugerido que el jinete del caballo blanco es el mismo Cristo victorioso. A esta conclusión se llega porque algunos comentadores conectan esta figura con la de Apocalipsis 19:11 s, que nos presenta un caballo blanco sobre el que cabalga Uno llamado Fiel y Verdadero y coronado con muchas coronas, Que es el Cristo victorioso. Ha de notarse que la corona de nuestro pasaje es diferente de la del capítulo 19. Aquí la corona es stéfanos, que es la corona del vencedor, mientras que la de Apocalipsis 19 es diádéma, la corona real. El pasaje que estamos estudiando presenta un ay tras otro y un desastre tras otro; una presentación del Cristo victorioso estaría aquí fuera de lugar. Esta imagen nos habla, no de la venida del Cristo victorioso sino de la de los terrores de la ira de Dios.

(ii) No cabe duda que el caballo blanco y su jinete representan la conquista de la guerra. Cuando un general romano celebraba un triunfo, es decir, cuando desfilaba por las calles de Roma con su ejército y sus cautivos y su botín después de una gran victoria, eran caballos blancos, el símbolo de la victoria, los que estaban uncidos a su carroza.

Pero como ya hemos dicho en la introducción a este pasaje, Juan reviste sus predicciones del futuro con imágenes del presente que sus lectores podían reconocer. El jinete del caballo blanco llevaba en la mano un arco. En el Antiguo Testamento el arco siempre representa poder militar, como ha seguido sucediendo en España hasta recientemente. En la derrota final de Babilonia, sus valientes serían llevados cautivos, y sus arcos quebrados -es decir, su poder militar sería destruido (Jeremías 51:56). «Aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Jezreel» (Oseas 1:5). Dios quiebra el arco, destroza la lanza e incendia los carros; es decir: no Le puede resistir ningún poder militar humano (Salmo 46:9). El arco, entonces, siempre representaría un poder militar. Pero hay una figura en particular que los romanos y todos los habitantes de Asia reconocerían al instante. El único enemigo que temían los romanos era el poder de Partia. Los partos habitaban en las fronteras del lejano Oriente del Imperio Romano, y eran el azote de Roma. El año 62 d.C. tuvo lugar un acontecimiento sin precedentes: un ejército romano había sometido a Vologeso, el rey de los partos. Los partos montaban caballos blancos, y eran los arqueros más famosos de la antigüedad. «Disparar la flecha del parto» sigue siendo en muchas lenguas el golpe final, irresistible y devastador, que alude tal vez a la habilidad de los jinetes partos de acribillar al enemigo disparando sus arcos por encima del hombro cuando fingían una retirada.

Así es que el caballo blanco y su jinete con arco representan el militarismo y la conquista.

Aquí tenemos algo que los hombres han tardado mucho en aprender. La conquista militar se ha representado como una gran hazaña; pero es siempre una tragedia. Cuando Eurípides quería describir la guerra en el teatro, no se traía un ejército con sus banderas, sino a una anciana encorvada y aturdida que llevaba de la mano a un niño llorando porque había perdido a sus padres. Durante la Guerra Civil española contó un reportero cómo se había dado cuenta de pronto de lo que era la guerra: estaba en una ciudad española en la que las partes contendientes llevaban a cabo una guerra de guerrillas. Vio andando por una acera a un chiquillo, que sin duda se había perdido, aturdido y aterrado, arrastrando un juguete que había perdido las ruedas. De pronto resonó el disparo de un fusil, y el niño cayó al suelo, muerto. Eso es la guerra. El primero de los trágicos terrores de los tiempos terribles, Juan coloca al caballo blanco con su jinete con arco, la visión de la tragedia de la conquista militarista.

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