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Isaías 37: Isaías anuncia la liberación

Verdades prácticas  Según Isaias 10:12-27, el rey asirio, Senaquerib, fue un instrumento de Dios para descargar su ira contra su pueblo. Lo que llama la atención es que Dios lo usó como instrumento. Por su soberbia, altivez y desprecio del nombre de Jehová, la ira de Jehová cayó también sobre él. Los dirigentes religiosos, ¿son instrumentos del Señor? Creemos que sí. Cuidémonos de la soberbia, la autosuficiencia, de la altivez; con humildad busquemos siempre la voluntad de Dios para nuestras vidas y ministerios.

El juicio divino contra Senaquerib

No está claro en el versículo 21 si Isaías mandó gente a Ezequías mientras éste estaba en el templo, o cuando ya había salido de allí. El hecho es que Isaías conocía lo que el rey había pedido a Jehová y le mandó decir: “Con respecto a lo que me has pedido en oración acerca de Senaquerib…“ Tras dos paréntesis que son interpretados como fruto del montaje de fuentes que acusa esta sección, la continuación del versículo 21 está en los versículos 33-35. En resumen, el rey de Asiria no entraría en Jerusalén, pues Jehová la defendería para salvarla, por amor de sí mismo y por amor de su siervo David.

Los versículos 30-32 parecen indicar que la liberación de Jerusalén no fue en la misma noche en que Isaías entregó su mensaje al rey Ezequías. El rey requería de una señal de que Jehová estaría realmente detrás de la liberación de Jerusalén, y le fue dada una señal agraria. El asedio de Jerusalén había arruinado las actividades de la siembra aquel año, y aun arruinaría la siembra siguiente. Pero la retirada del ejército asirio facilitaría el logro de la cosecha sólo al tercer año, después que los habitantes de Judá que estaban refugiados en Jerusalén pudieran salir y volver a sus campos. Era una señal de larga duración, pero mientras el rey y el pueblo reflexionaran en ella, podrían percatarse de que es Jehová quien tiene soberanía sobre los tiempos.

En cuanto a Senaquerib mismo, el paréntesis poético de los versículos 22-29 muestra que era Jehová quien le había traído sin obstáculos, de victoria en victoria. Pero ahora el furor del rey de Asiria ha subido contra Jehová mismo. Jehová va a ponerle un gancho en su nariz, como a una mala fiera, y le va a hacer regresar por el camino por donde había venido.

Finalmente tenemos en los versículos 36-38 el resumen de lo que ocurrió después por palabra de Jehová. La mortandad que brotó en el campamento de los asirios y la retirada de Senaquerib coincidiría con ciertos rumores que le obligaron a volver de inmediato a Asiria. Como lo indicamos en la Introducción, este rumor no habría sido acerca de Tirhaca. Esto no lo hubiera movido a retirarse, sino más bien a reforzarse en el frente de combate. El rumor habría sido en relación con la rebelión de Belibni en Babilonia. Eso sí, ambos rumores pudieron haber sido casi simultáneos.

¿Qué es, pues, lo que obligó definitivamente a la retirada de los asirios? Fue el mayor desbarajuste del ejército de Senaquerib y su huida estrepitosa. Cuando en 2 de Reyes 19:35 nos dice que ello ocurrió aquella misma noche, eso no significa necesariamente que ocurriera de manera simultánea con el mensaje de Isaías a Ezequías, ya que en tal caso no habría sido necesaria proveer la señal de los versículos 30-32. Lo que indica la frase en 2 Reyes es que todo ocurrió en el transcurso de una sola noche. Además, en el relato de Isaías no aparece esta frase. Sólo dice que el ángel de Jehová hirió a 185.000 en el campamento de los asirios.

Tampoco se nos dice dónde estaba el campamento de los asirios cuando ocurrió la tragedia. Más de 185.000 hombres no habrían estado asediando a Jerusalén. La mejor explicación es que ocurriría en las inmediaciones de Libna.

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