Zacarías 12:1 la liberación de Jerusalén[a] (12.1–13.9) Profecía. Palabra de Jehová acerca de Israel.[b] Jehová, que extiende los cielos, funda la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él, ha dicho:
Este pasaje describe el juicio de Dios contra las naciones que atacan a Jerusalén. Tanto Jerusalén como Israel representan a todo el pueblo de Dios; todos los pueblos de alrededor son enemigos físicos y espirituales de su pueblo. Dios juzga (heriré) de muchas maneras, como se ejemplifica en la totalidad de la historia bíblica. El Armagedón puede que constituya la mayor manifestación y el clímax del juicio divino.
Zacarías 12:2 «Yo pongo a Jerusalén como una copa[c] que hará temblar a todos los pueblos de alrededor; también contra Judá, cuando se ponga sitio a Jerusalén.
Zacarías 12:3 En aquel día yo pondré a Jerusalén como una piedra[d] pesada para todos los pueblos; todos los que intenten cargarla serán despedazados. Y todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella.
Este versículo habla de una gran batalla futura en contra de Jerusalén. Algunos dicen que es el Armagedón, la última gran batalla en la tierra. Los que van en contra del pueblo de Dios no prevalecerán para siempre. Algún día se abolirá de una vez y para siempre el mal, el sufrimiento y la opresión.
Zacarías 12:4 En aquel día, dice Jehová, heriré con pánico a todo caballo, y con locura al jinete; pero pondré mis ojos sobre la casa de Judá y a todo caballo de los pueblos heriré con ceguera.[e]
Zacarías 12:5 Entonces dirán los capitanes de Judá en su corazón: “La fuerza de los habitantes de Jerusalén está en Jehová de los ejércitos, su Dios”.
Zacarías 12:6 En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre la leña y como antorcha ardiendo entre gavillas; consumirán a diestra y siniestra a todos los pueblos alrededor, mientras los habitantes de Jerusalén otra vez vivirán en su propia ciudad.
Zacarías 12:7 »Jehová librará las tiendas de Judá primero, para que la gloria de la casa de David y del habitante de Jerusalén no se engrandezca sobre Judá.
Así como el agua corre colina abajo, la influencia de una ciudad por lo general corre hacia sus alrededores. Pero esta vez, el resto de Judá tendría prioridad sobre Jerusalén para que así el pueblo de Jerusalén no se ensoberbeciera. No piense que debe testificar primero a la gente «importante» (atletas profesionales, estrellas de cine y altos funcionarios o empresarios), Cristo vino para buscar y salvar a los perdidos, incluso a los pobres. Debemos tener cuidado de evitar la soberbia espiritual o quizás nosotros, al igual que Jerusalén, seremos los últimos en saber lo que Dios está haciendo.
Zacarías 12:8 En aquel día Jehová defenderá al habitante de Jerusalén; el que entre ellos sea débil, en aquel tiempo será como David, y la casa de David será como Dios, como el ángel de Jehová que va delante de ellos.
Zacarías 12:9 En aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén.
Zacarías 12:10 »Pero sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron,[f] y llorarán como se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el primogénito.[g]
El derramamiento del espíritu de gracia y de oración (súplica) trae consigo persuasión y arrepentimiento. Tanto «gracia» como «súplica» proceden de la misma raíz hebrea, que significa «ser amable con alguien». El Espíritu Santo pone fin a cualquier hostilidad hacia el Mesías, haciendo que los moradores de Jerusalén se muestren receptivos hacia él.
Gracia, chen: Favor, merced, agradecimiento, bondad, hermosura, afabilidad, encanto, atractivo, amabilidad, afecto. La raíz chanan significa: «actuación amable o misericordiosa hacia alguien; tener compasión o inclinarse favorablemente hacia algo o alguien». La gracia divina derramada sobre Jerusalén les permite dirigir vehementes la mirada hacia su Rey herido. La gracia divina hará que Israel vea a Jesús como alguien que posee infinita belleza. La bondad de Dios les permite arrepentirse. Al Espíritu Santo se le llama el «Espíritu de gracia» en Hebreos 10:29, un título que indudablemente fue inspirado por esta referencia de Zacarías.
El Espíritu Santo se derramó en Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección de Cristo. Zacarías llama al Espíritu Santo, «Espíritu de gracia y de oración». Es este Espíritu el que hace que nos demos cuenta de nuestro pecado, el que nos revela la santidad y el juicio de Dios y el que nos ayuda cuando oramos