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1 Timoteo 5: La corrección fraterna

Si se te presenta la ocasión de reprender a un hombre de edad, no lo hagas con rudeza, sino exhortándole como lo harías con un padre. Trata a los más jóvenes como a hermanos; a las mujeres de edad, como a madres; a las mujeres más jóvenes, como a hermanas, con absoluta pureza.

Siempre es difícil reprender a alguien con benignidad; y para Timoteo habría veces que este deber fuera doblemente difícil -por tener que reprender a un hombre más mayor que él mismo. Crisóstomo escribía: «La reprensión es por su propia naturaleza ofensiva, especialmente cuando se le dirige a una persona mayor; y cuando procede de un joven también, hay un triple despliegue de atrevimiento. Por la manera y suavidad con que la administre debe hacerla más suave. Porque es posible reprender sin ofender, siempre que uno se lo proponga; requiere gran discreción, pero puede hacerse.» Es de temer que esta sea una asignatura pendiente en muchas iglesias.

La reprensión es siempre un problema. Puede que nos disguste tanto la obligación de dirigir una palabra de advertencia que la evitemos en todos los casos. Muchas personas se habrían librado del dolor y del naufragio si se les hubiera dirigido una palabra de advertencia a tiempo. No puede haber tragedia más impactante que la de oírle decir a alguien: « Yo no habría llegado nunca a encontrarme en esta situación si tú me lo hubieras dicho a tiempo.» Siempre es un error el callar la palabra que debía decirse.

Puede que reprendamos a una persona de tal manera que no haya en nuestra voz nada más que rabia ni en nuestra mente y corazón nada más que resentimiento. Una reprensión que se da solamente por ira puede que produzca temor; puede que cause dolor; pero es casi inevitable que cause resentimiento; y su última consecuencia bien puede ser que confirme a la persona equivocada en el error de su camino. La reprensión de la ira y la del enfado despectivo rara vez son eficaces, y es probable que hagan más mal que bien.

Se decía de Florence Allshorn, la gran maestra misionera, que, cuando era la directora de un colegio de mujeres, siempre reprendía a sus estudiantes, cuando hacía falta, rodeándolas con sus brazos. La reprensión que procede inconfundiblemente del amor es la única efectiva. Si alguna vez tenemos razones para reprender a alguien debemos hacerlo de tal manera que quede claro que no lo hacemos porque encontramos un placer cruel, ni porque queremos hacerlo, sino porque estamos obligados por el amor y tratamos de ayudar, no de lastimar.

El parentesco espiritual

Estos dos versículos definen el espíritu que se debe manifestar en el trato con personas de distintas edades en la familia de la iglesia.

(i) A las personas mayores debemos mostrarles afecto y respeto. A un hombre mayor hay que tratarle como a un padre y a una mujer mayor como a una madre. El mundo antiguo conocía muy bien la deferencia y el respeto que se deben a la edad. Cicerón escribía: « Es pues el deber de un joven el mostrar respeto a sus mayores, y el adscribirse a los mejores y más aprobados entre ellos para así recibir el beneficio de su consejo e influencia. Porque la falta de experiencia de la juventud requiere la sabiduría práctica de la edad para fortalecerla y dirigirla. Y esta época de la vida ha de ser protegida por encima de todo contra la sensualidad y entrenada para el trabajo y la resistencia tanto de mente como de cuerpo, para ser fuerte para cumplir los deberes del servicio militar y civil. Y aun cuando deseen relajar sus mentes y entregarse al placer, deben tener cuidado con los excesos y tener presentes las reglas de la modestia. Y esto será más fácil si los jóvenes están dispuestos a que se les unan sus mayores, aun en sus placeres» (Cicerón: De Officüs, 1:34). Aristóteles escribía: «A todas las personas mayores uno debe también dar el honor correspondiente a su edad, levantándose para recibirlos y encontrándoles sitios donde se sienten y cosas parecidas» (Aristóteles: Ética a Nicómaco, 9:2). Es una de las tragedias de la vida que los jóvenes encuentran muchas veces a los de edad un fastidio. Una frase francesa famosa dice con un suspiro: « ¡Si los jóvenes tuvieran el conocimiento, y los de edad tuvieran el poder!» Pero cuando hay respeto y afecto mutuos, entonces la sabiduría y la experiencia de la edad pueden cooperar con el vigor y el entusiasmo de la juventud para provecho de ambas edades.

(ii) Para con los de nuestra misma edad debemos mostrar fraternidad. Los más jóvenes deben tratarse como hermanos. Aristóteles lo expresa: «Con los camaradas y hermanos uno puede permitirse libertad de expresión y el uso en común de todas las cosas» (Aristóteles: Ética a Nicómaco, 9:2). Con los de nuestra edad debemos ser tolerantes y solidarios.

(iii) Con las personas del otro sexo nuestras relaciones deben estar marcadas siempre con la pureza. Los árabes tienen una frase para el verdadero caballero; le llaman «un hermano de las chicas.» Hay una frase famosa que habla de «las amistades platónicas.» El amor se debe guardar para una sola persona; es una cosa terrible que las cosas físicas dominen la relación entre los sexos y que un hombre no pueda mirar a una mujer sin pensar en términos de concupiscencia.

Deberes con la iglesia y la familia

Honra a las viudas que se encuentran de veras en la situación de viudas necesitadas. Pero si una viuda tiene hijos y nietos, que aprendan sus hijos a empezar a cumplir los deberes de la religión en sus propios hogares; y que aprendan a devolver a sus padres algo de lo que sus padres han hecho por ellos; porque esta es la clase de conducta que obtiene la aprobación de Dios. Ahora bien, la que se encuentra genuinamente en la posición de una viuda, y que se ha quedado totalmente sola, tiene puesta su esperanza en Dios, y se dedica noche y día a las intercesiones y oraciones. Pero la que vive en una libertad desmadrada está muerta aunque parezca estar muy viva.

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