Jeremías 31:38 He aquí, vienen días–declara el Señor–en que la ciudad será reedificada para el Señor, desde la torre de Hananeel hasta la puerta del Angulo.
Estos puntos destacan los límites de la Jerusalén restaurada en los días de Nehemías. Gareb y Goa son desconocidos. El valle de los cuerpos muertos y de la ceniza es tal vez el valle del hijo de Hinom, donde se sacrificaban niños en cultos paganos.
Jeremías 31:39 Y el cordel de medir saldrá más allá, directamente hasta la colina de Gareb, y girará hasta Goa.
Jeremías 31:40 Y todo el valle de los cadáveres y de las cenizas, y todos los campos hasta el arroyo Cedrón, hasta la esquina de la puerta de los Caballos hacia el oriente, serán santos al Señor. La ciudad no será arrancada ni derribada nunca jamás.
Restauración de las tribus. Retorno de la diáspora.
Podemos dividir el capítulo en cuatro secciones lógicas: a) profecía sobre la restauración de Israel, principalmente de las tribus del reino del Norte (Samaría), unidas de nuevo a Judá retorno gozoso de los judíos de la Diáspora profecía sobre la restauración del reino del Norte pequeños oráculos sobre el futuro. Esta última parte está en prosa, mientras que las anteriores están en verso.
Restauración de las tribus.
En la época de la restauración final, Yahvé será el centro de todas las tribus o familias de Israel, es decir, de los dos reinos, separados después de Salomón. Todas constituirán el pueblo de Dios como en los tiempos del éxodo.
La época del desierto quedó como la era ideal en el pasado de las relaciones íntimas entre Yahvé y su pueblo. Los profetas añoraban la simplicidad de aquellos tiempos cuando los israelitas aún no se habían contaminado con las idolatrías y vicios de los pueblos sedentarios de Canaán. Por eso el profeta, al describir la nueva liberación del exilio babilónico, piensa en una nueva vida en el desierto, en que las relaciones de Yahvé con su pueblo, en vías de repatriación, lleguen a la máxima intimidad. La palabra, pues, desierto aquí es término de comparación, para despertar las ilusiones del pueblo, que vivía aún de los recuerdos de las maravillas del éxodo. El pueblo escapado de la espada, los supervivientes de las calamidades de la guerra y del desierto, halló gracia en el desierto, al encontrarse de nuevo bajo la protección de su Dios, que los acompaña paternalmente a través del desierto siró-arábigo en su retorno a la patria. El profeta piensa en las caravanas de repatriados que con Zorobabel y demás guías de Israel fueron retornando a Palestina después del decreto libertador de Ciro en 538 a.C. La palabra desierto puede significar lo equivalente a triste, luctuoso, lugar de prueba, y entonces el profeta contrapondría la situación de vida de pruebas en el desierto y la intervención milagrosa divina que los salva de la situación triste del exilio; es decir, su gracia, su protección misericorDiosa. Precisamente en estos años de prueba, como los pasados en el desierto del Sinaí, fueron los años en que se fraguará la nueva alianza entre Israel y su Dios protector. Como consecuencia de esta protección, Israel se reintegró a su tierra: se fue a su reposo Israel, a la heredad santa, donde podrá disfrutar de los bienes otorgados por Dios.