6 Los reunidos le preguntaban: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?» 7 él les dijo: «No os corresponde a vosotros saber los tiempos o momentos que el Padre ha fijado por su propia autoridad.»
Difícilmente puede admitirse que se trate de una nueva escena. Se alude a la última reunión (Mat_1:4). Según los datos que siguen, hemos de pensar en el monte de los Olivos como lugar donde se pronunciaron estas palabras de despedida (Mat_1:9.12). Están estrechamente enlazadas en el orden del tiempo con la «ascensión a los cielos». Es verdad que en Luc_24:50 parece que se interponga un cambio de lugar entre las palabras de despedida del Señor y su partida. La cuestión carece de importancia; pero, con todo, nos gustaría disponer de una descripción tan fiel como fuera posible.
La pregunta de los discípulos es significativa. En ella aparece una imagen del Mesías que se apoya en la indigencia política, nacional y religiosa de un pueblo oprimido durante siglos. El sueño de una grandeza pasada y una libertad perdida, y las imágenes prometedoras en los vaticinios mesiánicos de los profetas hicieron surgir esperanzas que tenían que inflamarse en contacto con Jesús. Por el Evangelio conocemos la constante resistencia opuesta por él a todas las exigencias y expectaciones de esta manera tan difundida de pensar de los judíos. Ya en la narración de las tentaciones aparece otra concepción del Mesías (Luc_4:5-8). Incluso para justificar a los apóstoles y su pregunta sobre el restablecimiento del reino de Israel podrían citarse las palabras del ángel Gabriel, que en la anunciación dijo a María: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará por los siglos en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin» (Luc_1:32s).
Dada la manera de pensar de los apóstoles ¿no era muy natural que hicieran esta pregunta? Porque ¿qué otra cosa podía significar para ellos la orden de quedarse en Jerusalén y de esperar el bautismo del Espíritu, sino que entonces llegaba el tiempo final, anunciado por los profetas, con sus grandes dones destinados a la salvación? ¿No es ya Jesús resucitado una señal de que ha empezado la nueva era? Jesús en su respuesta no presta atención a la idea del Mesías, pero sí a la pregunta sobre «ahora».
Esta respuesta es significativa. En ella se alude a un deseo ardiente de la primitiva Iglesia. La expectación del tiempo final, que se imaginaban como la inmediata e inminente «restauración de todas las cosas» (3,21), excitaba los ánimos de los hombres. ¿No hay en el Evangelio palabras de Jesús, que debían nutrir la fe en la proximidad de su gloriosa venida (Mar_9:1; Luc_21:32)? ¿No habla san Pablo, en sus cartas, con palabras que muestran que también él estaba hechizado por la expectación de la próxima venida del Señor (1Te_4:15)? Aunque en la respuesta de Jesús no se da ninguna información inmediata sobre la pregunta de los apóstoles, sin embargo se contiene en ella una instrucción importante para toda clase de preguntas sobre el acontecimiento final de la historia de la salvación. Esta instrucción también la encontramos en las palabras del Señor: «En cuanto al día aquel o la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (Mar_13:32). Ante la parusía del Señor que se retrasaba cada vez más claramente, la Iglesia primitiva tenía que humillarse con el reconocimiento respetuoso de la exclusiva competencia y de la ilimitada libertad de la resolución divina. Y sin embargo a la Iglesia primitiva se le dio la orden de esperar vigilante la venida del Señor.
8 »Sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que sobre vosotros vendrá, y seréis testigos míos en Jerusalén, y en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.»
En este versículo queda patente la finalidad que pretenden los Hechos de los apóstoles. Se muestra el campo de un trabajo universal a los apóstoles, que en su pregunta pensaban en el restablecimiento del «reino a Israel». En tres etapas se desarrolla el espacio: el trabajo de los apóstoles empieza en Jerusalén, enteramente de acuerdo con la importancia histórica de esta capital del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento; «Judea y Samaría» caracterizan el desarrollo: se sobrepasa la estrechez de Israel en el camino del Evangelio «hasta los confines de la tierra». Este camino se pone de relieve en las tres partes (en que se nota un constante progreso) de los Hechos de los apóstoles. En estas últimas palabras del Señor se hace perceptible el llamamiento de Dios a todo el mundo para que obtenga su salvación. Se recordará la consigna dada al siervo del Señor en el libro de Isaías, donde se dice: «Poco es que tú me sirvas para restaurar las tribus de Jacob, y convertir los despreciados restos de Israel: mira que yo te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que mi acción salvadora llegue hasta los últimos términos de la tierra» (Isa_49:6). Los apóstoles, como testigos de Jesús, debían transmitir a los hombres el mensaje de Cristo. En la palabra «testigos» se compendia todo lo que los apóstoles tienen que hacer en el nombre y por orden del Señor. Los apóstoles han de desear lo que Jesús deseó, han de revelar lo que Jesús reveló. Al mismo tiempo se indica algo importante en este encargo de ser testigos. No solamente les será posible transmitir las enseñanzas e instrucciones recibidas de Jesús. Este mismo Jesús vendrá a ser el contenido del testimonio de los apóstoles: la actividad de Jesús, su muerte, su resurrección y ensalzamiento. Es una ley interna de la historia de la salvación que el Cristo anunciante se convertiría en el Cristo anunciado. Aquí no hay una falsificación del Evangelio, sino un desarrollo substancial. En los relatos de los Hechos de los apóstoles siempre veremos a los apóstoles conscientes de su misión de ser testigos.